(cuento)
Caminaba con paso firme y propio de sus juveniles
años por ese camino que ya conocía de sobra.
En su mente no dejaba de dar vueltas la mirada de
ese joven que se había cruzado con ella dos veces, no le había dicho nada pero
sus ojos claros la inquietaban, era como que un impulso irracional la hiciese
desear estar en sus brazos.
Sacudió su oscura y larga cabellera para ahuyentar
tales pensamientos y apresuró el paso.
De pronto sintió una voz varonil que le decía:
"¿Dónde estás?"
Sobresaltada giró y no había nadie en varios metros
a la redonda, un par de niños jugaban y reían allá lejos.
Llegó a su casa y tenía fijos en su memoria los
ojos claros, eran tan conocidos a pesar de ser desconocidos! Que locura se dijo
a sí misma. Fue a saludar a la familia y se alistó para sentarse a la mesa y
cenar.
Durmió profundamente y se habría olvidado de todo
si no fuese que la despertó esa voz vibrante masculina "¿Dónde
estás?"
Se sentó de un golpe en la cama y bebió un vaso de
agua, eso la volvió a la realidad y arrebujándose en la ropa trató de dormir,
le costó un poco pero al fin lo logró.
La semana pasó rápido, se cruzó dos veces más con
ese chico de ojos claros, él era obrero de la construcción que se levantaba
insolente entre las casas de ese barrio tranquilo, muy elevada y una mole de
cemento y seguro vidrios. Ella no podía entender porque la inquietaba tanto el
muchacho, era imposible que se conociesen alguna vez siendo de mundos tan
diferentes.
Escuchó casi todas las noches esa voz que le preguntaba
"¿Dónde estás?"
Luego transcurrió el tiempo y no vio más esos ojos
que la hacían sentir cosas extrañas, un día viendo en la televisión las
noticias puso atención a una en especial, un despacho desde un hospital, una
familia que exigía justicia por un accidente laboral, luego de estar casi dos
semanas en coma había muerto un albañil que trabajaba en la construcción por la
que ella cruzaba, mostraron la fotografía y su piel se erizó, era el joven de
claros ojos. Había caído desde un 14avo piso por una falla del arnés que lo
tenía suspendido para hacer su trabajo.
Esa noche soñó algo muy raro, en un parque se veía
ella pequeña y, limpia pero pobremente vestida, jugando con un niño muy
elegantemente vestido a la usanza del sXIX, de ojos claros, reían disfrutando
de su mutua compañía. Cómo en una presentación de diapositivas se vio en otra
etapa, jóvenes ambos se despedían llorando, él se iba a Europa a estudiar y sus
padres le habían dicho que no podía seguir la amistad con esa chica hija de los
sirvientes o ellos despedirían al personal. Él le juró que la buscaría y cuando
se encontrasen serían felices, preguntaré en todas partes "¿Dónde
estás?" y te encontraré, le dijo muy serio.
Ella sonrió y se prometió desaparecer para que él
fuese feliz. Quiso el destino que un día de tormenta pasando por un puente la
crecida del río la arrastró y se fue al otro lado del velo. Cuando el joven ya
con cinco años más volvió se comentaba que no dejó ningún día de su vida de ir
al puente y gritar: "¿Dónde estás?", no fue feliz nunca y se aisló
del mundo hasta que le tocó partir.
La última imagen que tuvo en el sueño fue de él, en
el tiempo presente, que le tendía las manos y le sonreía para luego con esa voz
tantas veces oídas decirle: "Te busqué, te encontré y me tocó partir.
Esperemos que en otra vida nos reunamos para ser felices mi amor".
Despertó sin lágrimas, tenía la sensación de que en
alguna parte estaban esos ojos claros mirándola, son los ojos el espejo del
alma lo que se repite en las diferentes vidas, eso lo había leído en alguna
parte, y se prometió encontrarlo también en otra vida.
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