Una alameda larga y otoñal es mi sendero,
lo transito en sueños y en vigilia, noche y día,
nada cambia, todo el paisaje permanece,
solo el rumor del viento y el aleve vuelo
de las hojas que chocan contra el suelo,
rompen de vez en cuando la monotonía.
La soledad es mi compañía, el eco de tu
voz mi faro y mi guía, el resplandor del sol
al caer rendido tras las montañas azules,
me da un calido guiño y la fuerza para
seguir mi camino, por ahí hay una piedra,
me siento en ella y cavilo, me refugio en
los recuerdos de los tiempos idos, mis
desamores, mis cariños, mis ancestros,
mi brote arrancado de mi piel y roto en
forme infame, y sin embargo no hay
cicatriz visible...qué raro es el cuerpo!
El viento de la tarde me envuelve, son
tantos brazos sutiles que ya no están,
los que me cobijlan, acarician y contienen.
Mi alameda de añosos árboles otoñales,
gracias por permitirme estos encuentros!!!
viernes, 29 de octubre de 2010
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