Hubo una vez en un lugar llamado Gaia una mujer que aparentemente vivía feliz, lo tenía todo para los ojos de sus pares...pero ella tenía un sueño en su mente y lo acariciaba desde su adolescencia que había estado teñida de experiencias fuertes y penosas.
Su sueño era un niño, que fuese sano e inteligente...de ser posible...no buscaba que ese niño le proporcionara un marido y un hogar, ella amaba su libertad y si bien deseaba querer al `padre no iba a obligarlo a asumir algo que solo ella anhelaba...
Pasaron los años y cada vez en su mente psíquica tomaba más fuerza su sueño.
Había ya cruzado la barrera de los 30 años, sin drama, recién sentía que maduraba, estaba lista para realizar su sueño...pero faltaba lo más importante...¡el padre!
Un día cualquiera una amiga la invitó a comer para presentarle a un extrajero que la había fascinado...lo malo es que era amigo de su pareja de aquél momento, así que para evitar sospechas le pidió que compartieran esa noche...esta soñadora ensoñada accedió y fué...los hilos de la rueca del destino se movían y ella estaba totalmente ignorante de ello.
Así entro en su vida el artífice de su felicidad, un hombre apuesto, varonil, inteligente y...¡tan joven!...cuatro años menos que ella...eso puso una barrera en principio.
Ambos chocaron en sus personalidades esa primera noche, pero algo fuerte les unió y así se dio una relación intensa y total.
Una noche de agosto sintió como en su vientre ansioso anidaba su ensueño, fue la magia de lo pre-visto...la calidez de la maternidad...¡nunca imaginó ni en su más loca fantasía! todo lo que aquél SER daría a su vida opaca y sin sentido real.
Llegó al año siguiente un niño maravilloso, piel morena clara, ojos inmensos, aura fuerte y vivaz, casi ya un adulto. Revolucionó su vida y su hogar, lleno de alegrías las vidas de los viejos que ya no tenían un claro concepto de porque se mantenían juntos, lleno de mañanas luminosas la vida de la madre...y se entregó a amarlo y cuidarlo, a enseñarle a ser libre y determinado, a luchar por lo que que quería, a no ceder ante el mundo.
Treinta maravillosos años desde la concepción de ese SER de otra Dimensión, años intensos de amor y ...por qué no decirlo...de discusiones enriquecedoras para ambos. Felicidad total, fueron cayendo las hojas del calendario y cambió la vida, desaparecieron los mayores y solos madre e hijo se fortalecían en sus metas mutuamente.
Pero lo hermoso termina y está en compás de espera al otro lado del velo...allí se seguirá escribiendo la historia de la ensoñadora y de su tregua maravillosa en este plano...SU HIJO
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